lunes, 2 de abril de 2012

EL CORNUDO, VIDEOCORNADA Y FOTOS DEDICADAS

Aqui os dejo una joya amigos.
Creo que es tan buena que sobran las palabras, eso si.. se agradece los comentarios..
Como regalo os dejamos unas fotos dedicadas.
Parejas con el rol de zorra y cornudo interesadas en intercambio de fotos, videos y experiencias pueden escribirnos a contactoselc@gmail.com adjuntando foto.
Pueden ver nuestras demas publicaciones pinchando AQUI
Y una entrevista que publicamos y que os ayudara a conocernos un poco mejor.
Gracias, cornudo-saludos

ENTREVISTA AL CORNUDO PEPE





LA PUTA DE MI MUJER, VIDEO-CORNADA MAS FOTOS

Hola como les va, les envio otro video de la puta de mi mujer cojiendo con dos pendejos y ella disfrutandolo de lo lindo.
Somos de Buenos Aires, Argentina.
eMAIL; matrimonio36@hotmail.com









LULU


Hola, nos encantaria aportar y para ello te envio un relato basado en una historia real que mi Lulu ha hecho.
Es de cuando la muy puta se enrolo al segundo de sus amantes fijos, un taxista.
Tiene dos, un tipo de dinero que la lleva a buenos hoteles a comersela y este chico taxista que la lleva a los peores antros.. los dos la tratan como es, una gran puta.. mi esposa vuelve siempre con su lechita adentro para enjuagar ahi mi verga con los jugos de los otros.
Por cierto, el y su adinerado amigo no saben entre si de su existencia ni saben que yo concierto a mi puta para que haga su papel, lo cual hace mas sexy la aventura porque la seƱora hace el jueguecito de esposa fiel. Durante el periodo de puta ha comido 11 vergas diferentes y en la mayoria de los casos ha repetido plato.
A continuacion les dejo con unas fotos y el relato de ese dia.
Abrazos, el cornudo feliz espososguayacos@gmail.com
LuLu Y SU TAXI MUY AMIGO
Una maƱana despertĆ”ndome en discusión con mi marido, quien refunfuƱaba por que el carro no encendĆ­a me dejó con el problema y se fue al trabajo. LogrĆ© encenderlo con dificultad y lo llevĆ© al taller, yo sabĆ­a que todos en ese lugar siempre esperaban que se daƱe el carro porque ansiaban verme con mi sexy andar, en especial los mecĆ”nicos mas morbosos y para no desilusionarlos me puse una faldita muy corta que al mas leve reclinar dejaba ver el inicio de mis muslos y algo del hilo que me puse para no dejar mi cosita al aire, sabĆ­a que todos me mirarĆ­an al llegar y al momento de estacionarme al unĆ­sono cayeron las herramientas al piso y ansiaron que me baje del carro que por cierto lo estacionĆ© de tal manera que ellos puedan verme bajar y disfrutar del color canela de mi piel aunque claro hice el papel de esposa pudorosa y tratĆ© de disimular lo corto de mi falda pero dejando un poco de placer para esos grasientos admiradores, salude a todos con un “hola chicos” y ellos cual coro de estadio respondieron “hola seƱora LuLu”, caminĆ© por el patio hasta entregarle las llaves al dueƱo del taller que si bien es cierto su madurez lo hacen respetarme pero tambiĆ©n es cierto que no deja de sedearme en especial ese dĆ­a que ademĆ”s de la faldita verde me puse una blusita de tiras ceƱida al cuerpo y sin brasier de tal forma que mis pezones marcaban su erección en mi blusita.
Afortunadamente para nosotras, una parada de taxis quedaba a menos de una cuadra y desde la oficina podíamos observar si había algún vehículo disponible. Como tantas noches Julio esperaba pasajeros sentado en la calzada, vestía una camiseta que marcaba sus pectorales y un jean ceñido, que dejaban en claro su aspecto fortachón; no se podía decir que era guapo, pero tenía un no sé qué, que lo hacía sexy, lo mÔs rescatable eran esos labios carnosos, y sus ojos negros dueños de una intensa mirada, en eso coincidíamos plenamente con Sandra, puesto que solíamos bromear diciendo que para un vacile andaba muy chulo.
En un lapso de cinco meses, tiempo aproximado que él era taxista, habíamos coincidido varias veces, por lo que se había generado algo de confianza como para bromear durante el recorrido. Era agradable su forma descomplicada con la que nos hacía entretenido el trayecto, ademÔs de que al ser joven como nosotras disponía de música actual y en lugar de percibir la típica fragancia de auto, se sentía el delicioso aroma de un perfume masculino y eso en comparación con los otros taxistas ya era una gran diferencia. No era el tipo de hombre con quien pensaría en salir y no lo digo porque fuera taxista, sino mas bien porque me gustaban los hombres mÔs formales, pero eso no quitaba lugar, a que varias veces aprovechando las insinuaciones de Sandra también me hubiera escabullido en algún coqueteo.
Aquella noche miraba hacia nuestro edificio, como si nos esperara, eso se podía interpretar, puesto que últimamente casi siempre lo encontrÔbamos a las 10, y alguna vez que nos retrasamos un poco, le descubrimos chequeando su reloj pendiente de nuestra salida. Vamos, se le notaba que tenia algún interés de por medio, bueno mas bien tenía la esperanza vacilar conmigo, al menos eso decía Sandra. En ocasiones nos gustaba el juego de provocarle y dejarle con ganas, como todo un par de chicas calentonas; no estaba bien hacerlo, pero era nuestra terapia anti estrés después de un agotador día de trabajo, era algo como un entretenimiento para nuestra vanidad y pues a él, parecía divertirle.
Caminé bamboleando mis caderas, llevaba el clÔsico uniforme de oficina, faldita corta con partido trasero, blusa manga larga por dentro, con abertura en el cuello, con una par de botones abiertos cómplices de la insinuación de mis pechos, tacones altos que levantan el trasero, mostrÔndolo aun mas redondeado.
Llevaba la chaqueta agitÔndola en la mano, pese al frio que se empezaba a sentir y que se evidenciaba en mis pezones enhiestos, pero cualquier sacrificio valía la pena con tal de dejarle nuevamente babeando, desde luego Sandra iba a mi lado vestida de igual forma, aunque esta noche en particular, no resaltaba tanto, pues su paso se veía algo torpe, gracias a las copitas de mas que bebió en la reunión de compañerismo de la cual acabÔbamos de escapar.
Bastó mirarnos para que automĆ”ticamente se levantara, y pasara los dedos por su cabello en un acto reflejo de coqueterĆ­a, dejó sus manos en los bolsillos delanteros como si quisiera atraer miradas a su bragueta, y claro que lo lograba humm de veras que era todo…todo un fortachón. Mi mirada desinhibida quizĆ” por las dos o tres copas de licor que me calentaban las mejillas, (bueno no solo las mejillas), provocó su sonrisa de satisfacción, levantando por los aires su ego y quiĆ©n sabe si algo mas….
_Hola saludƩ asiƩndome de la manija del auto para abrirlo.
_Buenas noches guapas, pensƩ que ya no vendrƭan
_Tuvimos una reunión….pero no sabĆ­a que tenĆ­amos un auto esperĆ”ndonos
_Pues de hecho sí, es mÔs sepa que estÔ totalmente a su disposición para cuando lo necesite, usted solo ordene.
PestaƱeando hacia un lado esbocƩ un mmm de aquellos cuyo significado se complica interpretar, provocando las risitas de mi amiga que el alcohol la tenia por demƔs feliz.
Le ayudƩ a subir puesto que contrario a ella me encontraba en buen estado, salvo por el aliento que los chicles no disimulaban totalmente y una cierta coqueterƭa mƔs allƔ de lo usual.
Al subir, la faldita corta se me trepó mÔs de la cuenta, proyectando a través del espejo la imagen de mis muslos desnudos, procuraba bajÔrmela, mÔs que por pudor, por picardía y cruzÔndolas sensualmente cincelé en su retinas el satín del forro de la falda, confundido con el encaje de una diminuta tanga perdida en mi sexo. Sus ojos fijos en el retrovisor y su pantalón hecho carpa me provocaban ganas de ser mÔs insinuante, aunque no había necesidad de mucho, puesto que fÔcilmente le idiotizaba, hasta casi hacerle confundir entre el acelerador y el freno.
_Perdona que me quite los tacones dije con voz sugestiva, pero no sabes todo lo que he bailado
_Por mi encantado, quĆ­tese todo lo que haga falta…
Los tres reímos por la doble intención de su frase, e inclinÔndome, desaté las correíllas de mis zapatos, consciente de que al hacerlo la profundidad del escote exhibía mis pechos casi hasta las aureolas, apenas protegidas por la transparencia fucsia del brasier; al incorporarme tropecé con su mirada indiscreta y con el Ôgil movimiento de mano escapando de su bragueta.
FingĆ­ no notarlo y sin importar el efecto que podrĆ­a causar, me reclinĆ© hacia atrĆ”s y confianzudamente estirĆ© mis piernas dejĆ”ndolas entre los asientos delanteros… Sandra hizo lo mismo, recostĆ”ndose sobre mi hombro.
La música suave, el aire acondicionado, y un tipo de ese calibre, me hacían desear mi cama, y dejÔndome arrastrar por algún pensamiento desviado me quedé en silencio, con la mirada perdida en aquella entrepierna que parecía estar erecta.
Al fin llegamos al domicilio de mi acompaƱante, se despidió con un beso y con un: cuidado con pasarte con mi amiga eh? palabras que se volvieron profĆ©ticas…
HabĆ­an trascurrido unos breves minutos cuando un ligero roce en mis pies me hizo agitar, sentĆ­ la suavidad de sus dedos tocando los mĆ­os, masajeĆ”ndolos con cuidado, la presión se deslizaba hacia la planta, dĆ”ndome un cosquilleo agradable que caminaba hacia mi talón, luego avanzaba hacia los dedos y subĆ­a hasta los tobillos. Me gustaba el contacto…
La caricia ascendía por mi pierna jugueteando en mi rodilla, erizando mis muslos que traidores se separaron un poco; subió mÔs, hasta encontrarse con el filo de mis medias color carne y con maestría tiró de ellas deslizÔndolas hacia abajo, las percibió hambreando mi aroma y se las guardó en el bolsillo del jean.
Perdiendo un poco el control del volante optó por parquear el auto a un lado de la carretera, que se veía oscura como seguramente oscuras ya eran sus intenciones. Mientras deslizaba su mano nuevamente por la cara interna de mis muslos, se inclinó sobre mis pies y lamió mis dedos, uno a uno, pasaba su legua entre ellos y se los introducía ascendiendo y descendiendo, ensalivÔndolos, chupÔndolos, mordisqueÔndolos. Se sentía delicioso, se concentró en la succión de mi pulgar que es una de mis grandes debilidades; me provocó una electricidad que bajaba desde mi espalda hasta mi cadera y terminaba con una contracción en mi sexo, no podía negarlo, inescrupulosamente perdía el control en manos de mi taxista y luchando contra mi propia debilidad quise alejar mis pies de aquella rica sensación, pero él me los sujetó, obligÔndome a aceptar las caricias. Hice un nuevo intento de retirarlas, pero visiblemente me lo impidió, me sujeté del asiento y empujé sus brazos, pero lo único que conseguí es que sus dedos se aprisionaran como garfios en mis rodillas y me las abriera despiadadamente.
En ese instante sentí miedo de lo que podía pasar, ya no era un juego de seducción, en el que una decide hasta donde llegar, estaba siendo violentada. Se pasó al asiento posterior, agarrÔndome del trasero me impulsó y en cuestión de segundos quedé tendida con mis piernas semiflexionadas frente a él, empujó la una contra el espaldar del asiento y la otra deteniéndola por el tobillo la extendió hacia afuera; como mi falda no daba muchas facilidades de abrirme, con brusquedad la subió por encima de la cintura, quedando a la vista la tanguita que apenas protegía mi pubis. Pasó sus sucios dedos por el encaje como si valorara mi buen gusto al elegir lencería, y apretando su palma me dejó muy en claro lo que quería.
Luchaba por zafarme, pero abriéndome brutalmente me ocasión un tirón en la ingle que me dejó quieta unos segundos, luego me asió del cabello forzÔndome a permanecer inmóvil, mientras restregaba sus labios por mi cuello. Se subió sobre mí, llenaba mi boca de su aliento hasta asquearme de sus besos que dejaban restos de saliva casi por toda mi cara, a la menor oportunidad que tuve, mordí con furia sus labios haciendo que por el dolor, automÔticamente retirara sus manos de mis senos.
_Perra!!! Gritó mientras me cruzó la cara de una bofetada, Y se lanzó nuevamente sobre mí, besÔndome con mÔs intensidad, mordiéndome hasta obligarme a abrir la boca y mezclar el sabor de su sangre con mi saliva.
A momentos lograba zafarme de sus garfios, y le propinaba golpes en sus hombros, rodillazos en su rostro, pero de nada servĆ­an porque seguĆ­a sintiendo como apercollaba mi sexo, y como era incapaz de moverlo, su cuerpo me avasallaba dejĆ”ndome extenuada y cada vez me sentĆ­a mĆ”s dĆ©bil…
A medida que mis golpes se suavizaban por el agotamiento, sus besos se volvĆ­an mansos, el dolor por los jalones de mi cabello era reemplazado por caricias, y sus manos antes verdugas, me tocaban con suavidad…volvió a besarme deslizando su lengua por los laberintos de mi boca, buscando mi disposición, y maldición que me provocaba una absurda gana de responder, de gozar de esa lengua que me ensartaba, de ese sudor que se mezclaba con el mĆ­o, de ese pieza que punteaba mi sexo.
No se quien era mĆ”s enfermo o depravado, pero se me antojaba ser sucia en sus brazos, nadie me habĆ­a dominado y en el sexo siempre se hacia lo que yo querĆ­a, y ahora estaba allĆ­, sometida por un degenerado que despertaba mis ganas de ser tomada…
La blusa perdió sus botones y el brasier de encajes fue desatado, su lengua caliente se paseaba triunfante lamiendo mis senos, y los pezones se alborotaban ante el tibio contacto, y yo me odiaba a mi misma por gemir en cada succión y temblar en cada manoseo…
Hice un gesto de dolor por la incomodidad, la espalda parecĆ­a rompĆ©rseme, se incorporó dejĆ”ndome respirar libremente, a la vez que aprovechaba de abrirse el pantalón, y en ese momento recuperando un poco la conciencia supe que tenĆ­a un segundo para escapar…
Con rapidez abrí la manija me lancé hacia afuera, pero la incomodidad no me permitió dar un paso muy largo ni pude ser tan Ôgil y fÔcilmente me detuvo
Me agarró del brazo marcÔndome sus dedos, y sujetÔndome el rostro hasta lastimarme, gruño
_Casi me engaƱas, puta!!, debĆ­ suponer que fingĆ­as, vas a ver lo que puede darte un taxista…
Mis sĆŗplicas de auxilio ni remotamente eran escuchadas y mi voz se perdĆ­a sin lograr ayuda.
_Por cada nuevo grito, te caerĆ” un golpe zorra!!
De un tirón arrebató mis pantis, y solo pude ver como bajaba sus pantalones y mostrÔndome su sexo me gritaba:
_Esto esto es lo que mereces por calienta pollas!!
Sin piedad descuartizó mis piernas colocĆ”ndolas por encima de sus hombros, y sin importarle agredirme me lo hundió de golpe, gritĆ© producto de la cruel embestida, llegó hasta el fondo raspando las paredes de mi sexo y en ese momento supe que ya no valĆ­a la pena luchar mĆ”s, sino rogar porque todo acabara rĆ”pido. Totalmente humillada virĆ© mi rostro y dejĆ© de defenderme…
_Eso asĆ­ estĆ” mejor…tranquila…no me obligues a lastimarte…
Sacó su pene de mis entraƱas y lo ubicó por encima de mis labios, con suaves movimientos rozaba mi clĆ­toris, una y otra vez, su boca chupaba mis pechos, y yo procuraba pensar en todo para ya no sentir, odiaba esa sensación de placer que me hacia apretar los dientes para que no se me escape un gemido, su arma volvió a ingresar esta vez suave, despacio, buscando la medida justa para causarme placer, entraba, salĆ­a y mi vagina lubricando le facilitaba el movimiento, a momentos paraba tan solo para volverme a punzar con mas maƱa; sus bolas chocaban contra mis nalgas, como si quisieran meterse dentro mĆ­o y mis senos se agitaban al vaivĆ©n que hacia gozar mis entraƱas…
VolvĆ­a a golpearlo queriendo convencerme de que era una violación, no importaba si mi cuerpo reaccionaba a sus embates, no tenĆ­a la culpa de ser sensible y que mi vagina no distinguiera entre lo deseado y lo no consentido, pero que va, no solo ella estaba confundida, tambiĆ©n mis pechos se mostraban duros deseosos, de ser tomados... usados … humillados…
Su pene resbalaba con facilidad, me lo hacía suave, controlando el movimiento, y luego acelerÔndolo sin piedad al mismo ritmo que sus dedos en mi clítoris, me llenaba toda, saciaba mis ganas, y retirÔndose un momento bajó sus labios a mi vulva, y tuve que morderme la mano para no gritar ante un orgasmo producto de un ultraje.
Acerco su pene a mi boca, y remordĆ­ mis labios para no rozarlo, jugó con Ć©l por mis pechos, y descendió nuevamente a mi vulva, introdujo sus dedos y yo ya no tenĆ­a fuerzas para ocultar el placer, hervĆ­a por dentro, de rabia, de humillación y de…ganas.
Se sentó reclinÔndose contra la espalda, y acariciando su pene de arriba abajo ordenó:
_Ven linda ven siƩntate aquƭ,
Me tomó la mano ayudÔndome a incorporar y se la empujé enfurecida
Sonriendo burlonamente dijo:
_EstĆ” bien, si quieres seguir fingiendo que no te gusta, lo haremos a tu manera
Me haló con fuerza y tomÔndome de la cintura hizo que me sentara en sus piernas y forzando para que abriera mis muslos me llenó profundamente con su herramienta.
Sacando mis medias de sus bolsillos me las cruzó haciendo un nudo en mi cuello
_Ya mamita si no te mueves ajustarĆ© el lazo hasta ahogarte…asĆ­ que a moverte…
Suavemente lo iba apretando, haciĆ©ndome sentir “obligada a menear mis caderas”, sĆ­, las movĆ­a al ritmo que Ć©l dictaba y al compĆ”s de mis estĆŗpidas ganas de ser cogida.
Ya no podía callar mÔs, lo que inició como un ultraje estaba terminando con un destape de placer. Subía, bajaba, sin necesidad de que el lazo me ahorcara, y le ofrecía mis pecho sin que hiciera falta la fuerza, me apretaba contra su sexo, y lo abrazaba con las piernas tras su espalda queriendo alargar la furia de un nuevo orgasmo.
Sudorosa y gimiendo echaba mi cuerpo hacia atrĆ”s, mientras sus manos acariciaban mi espalda hasta perderse en mis glĆŗteos; su pene aun estaba duro, y mientras nos besĆ”bamos, sus dedos jugueteaban en mi cola. Suave muy suave lo dilataba, su punta empezó el ingreso, y con cortitos movimientos de cadera iba abriĆ©ndose espacio, sus labios en mis pezones disminuĆ­an el dolor, y poco a poco me rompió totalmente…
Empujaba con mÔs fuerza, sin ninguna contemplación, como si mi pequeño agujero, tuviera el poder de enloquecerlo, de hacerle babear. Entraba y salía, de aquel espacio reducido, cogiéndome como le daba la gana, no tardó en acelerarse, para luego asentarme fuerte contra su trozo, y soltar de sus entrañas la leche que pugnaba por fluir.
TerminƩ como al inicio, recostada sobre el asiento trasero mientras nuestras respiraciones, poco a poco volvƭan a la normalidad.
Me besó una vez mas y cambiÔndome de asiento, lo recline hacia atrÔs, casi vencida por el cansancio
_Me llevas a casa?
_Claro preciosa, tranquila, te despierto al llegar
Varios minutos de recorrido, algunos cruces de calle, y al fin acabamos frente a mi departamento.
Tomé mi cartera, mi chaqueta, mis medias y como todo un caballero bajó del auto, me abrió la portezuela, e inclinÔndose rozó mis labios murmurando:
_Hasta maƱana linda...
Acaricie su mejilla, sonreƭ dulcemente y estrellando una piedra contra el parabrisas gritƩ:
_Hasta maƱana… hijo de puta!!!!